En el nombre de Dios, el Más Gracioso, el Más Misericordioso.
Fue en el mes de Ramadán cuando se reveló el Corán como guía para la humanidad, con mensajes claros que brindan orientación y distinguen entre el bien y el mal.
Corán 2:185
PRIMER PUNTO
El ayuno durante Ramadán es uno de los primeros de los cinco pilares del Islam. También es una de las señales más elevadas del Islam.
Aquí están las muchas sabidurías del ayuno en Ramadán:
El ayuno tiene sabidurías relacionadas con la rububiyyah (señorío) de Allah Todopoderoso, la vida del ser humano, su vida social, su vida personal, la educación del nafs (ego o yo inferior) y la gratitud por las bendiciones de Allah.
Una de las muchas sabidurías del ayuno en términos de la rububiyyah de Allah Todopoderoso es la siguiente:
Allah Todopoderoso creó la superficie de la tierra como una mesa de bendiciones. Y puesto que ha dispuesto todas sus bendiciones sobre esa mesa de una manera que expresa:
“Y le proveerá desde donde no lo espera” (Corán 65:3),
Él manifiesta con ello Su perfecto rububiyyah (señorío), Su misericordia y Su compasión. Bajo el velo de la negligencia y dentro del círculo de las causas, las personas no perciben completamente la verdad expresada por esta realidad y, a veces, la olvidan.
En Ramadán, la gente de fe de repente se vuelve como un ejército disciplinado. Como si hubieran sido invitados al banquete del Monarca Preeterno y estuvieran esperando la orden de “Disfruten su comida” cerca del anochecer, responden a esa misericordia compasiva, majestuosa y abundante con una obediencia vasta, grandiosa y ordenada.
¿Son acaso dignos del nombre de ‘ser humano’ aquellos que no participan en una servidumbre tan sublime y en el honor de la generosidad?
SEGUNDO PUNTO
Dado que el ayuno en el sagrado mes de Ramadán es una forma de gratitud por las bendiciones de Allah Todopoderoso, una de sus muchas sabidurías es la siguiente:
Como se menciona en la Primera Palabra, la comida traída por un portador de bandeja desde la cocina de un sultán exige un precio. Así como es una gran insensatez dar propina a quien lleva la bandeja pero no reconocer al dador, pensando que esas preciosas bendiciones no tienen valor, Allah Todopoderoso ha derramado Sus infinitas bendiciones sobre los seres humanos en la faz de la tierra. A cambio, Él quiere gratitud como el precio de esas bendiciones.
Las causas aparentes y los propietarios visibles de esas bendiciones son como meros portadores de bandejas. Les pagamos un cierto precio y les mostramos gratitud. Les damos mucho más respeto y agradecimiento del que realmente merecen. Sin embargo, el Verdadero Dueño de las bendiciones merece una gratitud infinita, mucho más que las simples causas visibles. Agradecerle significa reconocer que esas bendiciones provienen directamente de Él, valorar su importancia y percibir nuestra propia necesidad de ellas.
El ayuno en Ramadán es la llave de una gratitud (shukr) verdadera y sincera, grande y universal. Porque la mayoría de las personas que no están en una situación de necesidad no pueden apreciar muchas bendiciones a menos que experimenten el hambre real. Un pedazo de pan seco no es visto como una bendición por quienes están saciados, especialmente si son ricos. Sin embargo, el sentido del gusto testifica que ese pan seco, en el momento del iftar, es una bendición sumamente valiosa a los ojos de un creyente.
Desde el sultán hasta el más pobre de los pobres, todos experimentan una gratitud espiritual al comprender el valor de esas bendiciones durante Ramadán.
Además, al estar prohibido comer durante el día, el creyente reflexiona:
“Estas bendiciones no me pertenecen. No soy libre de comerlas porque son propiedad y regalo de otro. Estoy esperando Su orden.”
Así, reconoce la bendición como una bendición y ofrece gratitud espiritual.
De esta manera, el ayuno se convierte en la clave de la gratitud (shukr), que es el verdadero deber humano, en múltiples formas.
TERCER PUNTO
El ayuno es un aspecto muy importante de la vida social humana. Una de sus sabidurías es la siguiente:
Los seres humanos han sido creados en diferentes condiciones en cuanto a su sustento. Debido a esta diferencia, Allah Todopoderoso invita a los ricos a ayudar a los pobres. Los ricos, por su parte, al ver la miseria de los pobres, pueden sentir plenamente su hambre a través del ayuno.
Si no existiera el ayuno, muchos ricos, debido a su egoísmo, podrían no darse cuenta de cuán crueles son el hambre y la pobreza, ni de cuánto necesitan compasión. En este sentido, la compasión por el prójimo es la base de la gratitud (shukr) verdadera.
Cualquier persona, en algún aspecto, puede encontrar a alguien más pobre que él. Está obligado a sentir compasión por esa persona. Si no se ve obligado a experimentar el hambre por sí mismo, no podrá brindar completamente la bondad y la ayuda que está obligado a dar a través de la compasión. Y aunque lo haga, no será un acto completo, porque no siente esa necesidad en su propia alma.
QUINTO PUNTO
Una de las muchas sabidurías del ayuno en el bendito mes de Ramadán, en cuanto a su efecto en la purificación del nafs (yo inferior) y el abandono de sus actos rebeldes, es la siguiente:
El nafs humano, en un estado de negligencia, se olvida de sí mismo. No es capaz de ver, ni desea ver, su infinita debilidad, su pobreza sin límites y los inmensos defectos inherentes a su naturaleza. No piensa en lo frágil que es, en su vulnerabilidad a la destrucción y a las calamidades. No reflexiona sobre el hecho de que no es más que carne y huesos perecederos y desintegrables. Como si su cuerpo fuera de hierro, ataca el mundo con ambición desmedida, imaginándose eterno y sin prestar atención a sus limitaciones.
Se aferra al mundo con una codicia y deseo intensos, acompañado de un apego y afecto desenfrenados. Se aferra a todo lo delicioso y beneficioso. Además, olvida a su Creador, quien lo nutre con perfecta compasión. No contempla el propósito final de su vida ni su destino en la otra vida; en su lugar, se sumerge en los vicios de un carácter corrupto.
Sin embargo, el ayuno en el bendito mes de Ramadán hace que incluso los más negligentes y rebeldes sean conscientes de su debilidad, impotencia y pobreza. A través del hambre, reflexionan sobre su estómago. Se hacen conscientes de sus propias necesidades físicas. Su frágil cuerpo les recuerda cuán débiles son y cuánto dependen de la misericordia y la compasión.
Así, el alma abandona su arrogancia faraónica y, con un sentido de absoluta debilidad y pobreza, siente un deseo de buscar refugio en la presencia divina, preparándose para llamar a la puerta de la misericordia con la mano de una gratitud espiritual (shukr), siempre que la negligencia no haya corrompido su corazón.
SEXTO PUNTO
Ramadán marca el comienzo de la revelación del Al-Sabio Corán. Una de las muchas sabidurías de Ramadán, en cuanto a su relación con la revelación del Sagrado Corán, es la siguiente:
Dado que el Sagrado Corán fue revelado en el mes de Ramadán, es esencial, durante este bendito mes, recordar el momento de su revelación y prepararse para recibir esa dirección celestial con belleza y disposición. Para ello, es necesario purificarse de los deseos bajos del nafs y de las distracciones del mundo material, absteniéndose de comer y beber, y así asemejarse al estado de pureza angelical.
En cierto sentido, el creyente debe leer y escuchar el Corán como si estuviera siendo revelado nuevamente en ese instante, experimentando las direcciones divinas como si las estuviera oyendo por primera vez en el momento mismo de la revelación. Debe escucharlas como si provinieran directamente del Mensajero de Allah (la paz sea con él), o tal vez del Ángel Gabriel, o incluso del Eterno Hablante (Allah) mismo. De esta manera, se puede alcanzar un estado sagrado.
Además, al actuar como transmisor del mensaje y compartirlo con otros, uno demuestra, en cierto grado, la sabiduría detrás de la revelación del Corán.
Sí, durante Ramadán, el mundo islámico se convierte en una gran mezquita, una mezquita tan vasta que millones de hafiz (memorizadores del Corán) hacen escuchar la voz del Corán, ese mensaje celestial, a la humanidad en los rincones de la Tierra.
Cada Ramadán, el versículo:
“El mes de Ramadán en el que fue revelado el Corán” (Corán 2:185)
se manifiesta de manera luminosa y resplandeciente, probando que Ramadán es el mes del Corán. En esta gran congregación, algunos creyentes escuchan con reverencia a quienes han memorizado el Corán, mientras que otros lo recitan para sí mismos.
Así como sería inadecuado romper un estado de luz y devoción dentro de una mezquita sagrada comiendo, bebiendo y siguiendo los deseos del nafs, lo cual sería objeto de la desaprobación de los asistentes de esa mezquita, del mismo modo, aquellos que se oponen al ayuno en Ramadán se convierten en el objetivo del rechazo y la desaprobación espiritual de todo el mundo islámico.
SÉPTIMO PUNTO
Una de las muchas sabidurías del ayuno en Ramadán, en relación con su impacto en las ganancias espirituales del ser humano, quien ha venido a este mundo para cultivar y comerciar para la otra vida, es la siguiente:
La recompensa de las buenas acciones en Ramadán es mil veces mayor. Según un hadiz, cada letra del Sagrado Corán tiene diez recompensas, cuenta como diez buenas acciones y otorga diez frutos del Paraíso.
En el bendito mes de Ramadán, cada letra del Corán no vale solo diez recompensas, sino mil, y cada letra de versículos como Ayat al-Kursi (Corán 2:255) vale miles. Durante los viernes de Ramadán, la recompensa es aún mayor. Y en Laylat al-Qadr, cada letra equivale a treinta mil méritos.
En efecto, cada letra del Sabio Corán, que en Ramadán produce treinta mil frutos eternos, se convierte en un árbol luminoso de Tuba, otorgando millones de frutos eternos a los creyentes.
¡Ven, observa y reflexiona sobre este sagrado y eterno comercio! Considera la pérdida inmensa de quienes no valoran estas benditas letras.
De hecho, el bendito mes de Ramadán es, por así decirlo, un mercado altamente rentable para la inversión en la otra vida. Es un campo fértil para la cosecha espiritual y como las lluvias de abril para el crecimiento de las buenas acciones. Es también el festival más radiante y sagrado en el que la adoración humana se presenta en sumisión ceremonial ante la Soberanía Divina de la Rububiyyah de Allah.
Y dado que esto es así, para evitar distraerse con las necesidades materiales y animales del nafs, como comer y beber, y con deseos ociosos, el ayuno se vuelve obligatorio. Es como si, al elevarse temporalmente por encima de los rasgos animales y alejándose de las tentaciones mundanas, una persona se acercara al estado angelical.
A través del ayuno, el ser humano entra en el comercio de la otra vida, acercándose a una realidad espiritual que toma forma en su propio cuerpo. De alguna manera, su ayuno refleja la Eternidad Divina (Samediyah).
En verdad, el bendito mes de Ramadán, en esta vida transitoria, dentro de una existencia fugaz, y en un tiempo tan corto, abarca y otorga una vida eterna y una existencia duradera.
Sí, un solo Ramadán puede proporcionar las recompensas de ochenta años de vida. Y en cuanto a Laylat al-Qadr, según el texto explícito del Corán:
“Es mejor que mil meses” (Corán 97:3),
lo que prueba de manera definitiva su grandiosa importancia. La noche más luminosa en esta oscura vida terrenal es, sin duda, Laylat al-Qadr en Ramadán.
Así como un rey, durante su reinado, celebra ciertos días como festivales para conmemorar su entronización o mostrar su soberanía, y en esos días otorga favores especiales a sus súbditos en lugar de tratarlos según las leyes generales,
de manera similar, el Sultán de la Eternidad e Infinidad, el Rey de Majestad de los dieciocho mil mundos, en Ramadán, reveló Su Supremo Decreto, el Sabio Corán.
Así, Ramadán se convierte en un festival divino especial, una manifestación de la soberanía del Señor y una asamblea espiritual, acorde con la sabiduría suprema.
Dado que Ramadán es ese festival, el ayuno ha sido ordenado para apartar a la humanidad de las distracciones mundanas y animales.
Y la perfección del ayuno consiste en que no solo el estómago ayune, sino también todas las facultades del ser humano:
- Los ojos deben ayunar, evitando mirar lo prohibido.
- Los oídos deben ayunar, absteniéndose de escuchar lo ilícito y, en su lugar, escuchar la verdad y el Corán.
- La lengua debe ayunar, alejándose de la mentira, la murmuración y el lenguaje obsceno, ocupándose en la recitación del Corán, el dhikr (recuerdo de Allah), el tasbih (glorificación), el salawat (bendiciones al Profeta) y el istighfar (búsqueda del perdón).
- El corazón, la imaginación y el intelecto también deben ayunar, apartándose de distracciones triviales y dirigiéndose a la adoración y contemplación.
Dado que el estómago es la fábrica más grande, cuando es contenido mediante el ayuno, se vuelve más fácil para las demás facultades seguir su ejemplo.
OCTAVO PUNTO
Una de las muchas sabidurías del bendito Ramadán al-Sharif, en relación con su impacto en la vida personal del ser humano, es la siguiente:
El ayuno es una medicina sumamente importante, tanto material como espiritual, y es una especie de dieta en términos médicos. Cuando una persona come y bebe según los deseos de su nafs, no solo perjudica su vida material al dañar su cuerpo físicamente, sino que, al consumir todo lo que encuentra sin distinguir entre lo lícito (halal) y lo ilícito (haram), también envenena su vida espiritual.
Además, obedecer al corazón y al alma es difícil para el nafs, ya que este último se vuelve arrogante y toma el control. En lugar de que el ser humano lo domine, el nafs lo domina a él.
Sin embargo, en Ramadán, a través del ayuno, la persona se acostumbra a un tipo de dieta, entrena en la ascetismo (zuhd) y aprende a obedecer órdenes.
- Su débil y frágil estómago deja de atraer enfermedades al no llenarse antes de completar la digestión.
- Al abstenerse incluso de lo lícito en obediencia, la persona adquiere la capacidad de evitar lo ilícito cuando recibe la orden de la razón y la ley (Sharía).
- Así, protege su vida espiritual y la mantiene pura.
La mayoría de las personas, en algún momento, enfrentan el hambre. El hambre entrena la paciencia y la resistencia, pero requiere práctica y disciplina.
El ayuno en el bendito mes de Ramadán, que dura entre quince horas (con suhur) o hasta veinticuatro horas (sin suhur), es un período de hambre acompañado de paciencia, resistencia y entrenamiento.
Por lo tanto, el remedio contra la impaciencia y la falta de resistencia, que agravan los problemas de la humanidad, también es el ayuno.
El estómago es como una fábrica, y tiene muchos empleados y asistentes:
- El corazón, la mente y el alma, entre otros, están vinculados a sus funciones.
- Si el alma no pone en pausa sus actividades en un mes de entrenamiento temporal (Ramadán),
- hace que los asistentes de esa fábrica olviden sus deberes principales,
- los mantiene ocupados en sí misma,
- y los pone bajo su control, distrayéndolos de sus propósitos superiores.
El ruido y el humo de los engranajes de esta fábrica espiritual entorpecen el funcionamiento de las otras facultades humanas, manteniéndolas en un estado de confusión.
Por ello, durante siglos, muchas personas de santidad han acostumbrado a sus cuerpos a comer y beber poco para alcanzar la perfección espiritual.
Sin embargo, con el ayuno en el bendito mes de Ramadán, los asistentes de esta fábrica del estómago se dan cuenta de que no fueron creados solo para alimentar el cuerpo.
Las otras facultades, en lugar de disfrutar de los placeres inferiores de la fábrica del estómago, encuentran deleite en placeres espirituales y angelicales durante Ramadán, y fijan su atención en ellos.
Por esta razón, durante el mes de Ramadán, los creyentes, según sus diferentes niveles espirituales, alcanzan luces, bendiciones y gozos espirituales.
- El corazón y el alma,
- La mente y el intelecto,
- Y las facultades sutiles como el sirr (secreto espiritual),
experimentan un gran crecimiento y avance espiritual a través del ayuno en este bendito mes.
A pesar de que el estómago llora, el alma y el corazón sonríen con pureza e inocencia.
NOVENO PUNTO
Una de las sabidurías del ayuno en Ramadán es que rompe directamente la imaginaria rububiyyah (señorío) del nafs y proclama su sumisión, mostrando su impotencia:
El nafs se resiste a reconocer a su Sustentador; anhela su propio señorío, con una actitud faraónica. No importa cuánto castigo reciba, esa arrogancia permanece en él.
Sin embargo, el hambre lo debilita y lo somete. En efecto, el ayuno en el Bendito Mes de Ramadán golpea y destruye directamente la actitud faraónica del nafs.
- Le muestra su debilidad.
- Le revela su pobreza.
- Le declara que no es un amo, sino un siervo.
Se narran en los hadices las siguientes palabras:
Allah Todopoderoso dijo al nafs:
“¿Quién soy Yo y quién eres tú?”
El nafs respondió:
“Yo soy yo, y Tú eres Tú.”
Entonces, Allah lo castigó y lo arrojó al Infierno, luego le preguntó de nuevo.
Sin embargo, el nafs volvió a responder:
“Yo soy yo, y Tú eres Tú.”
No importaba cuánto castigo recibiera, no abandonaba su egotismo.
Finalmente, Allah lo castigó con hambre. Es decir, lo hizo pasar hambre.
Luego le preguntó nuevamente:
“¿Quién soy Yo y quién eres tú?”
Entonces, el nafs respondió:
“Tú eres mi Sustentador, el Más Misericordioso, y yo soy Tu siervo indefenso.”
¡Oh Allah! Envía bendiciones y paz sobre nuestro maestro Muhammad, sobre su familia y compañeros, con una misericordia que sea de Tu complacencia y que sea digna y merecedora de él, tantas veces como las letras del Corán recitadas en el mes de Ramadán. Amén.
“Glorificado sea tu Señor, el Señor de la Grandeza, por encima de lo que Le atribuyen.
¡La paz sea sobre los mensajeros!
Y toda alabanza es para Allah, el Señor de todos los mundos.”
(Corán 37:180-182)